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Cartas de Lord Ironfist

Carta 6



11º día del mes del lagarto
Año común 641

Ragnar,

He sobrevivido estos tres últimos años, pero desde luego, no gracias a ti. Durante un tiempo un tiempo, pensé que todo estaba perdido. Solo me quedaba un pueblo, mi capital, que los habitantes insisten en llamar Ironside Keep. Dos veces sufrí un asedio, y dos veces logré repeler a los atacantes.

Ambas veces capturé al héroe que lideraba a las fuerzas enemigas. El primero de estos héroes era el mismo que ya había capturado anteriormente. Pensando que podía conseguir esta vez grandes sumas por él, pedí un rescate. La primera respuesta era miserable, pero pensé que si aguantaba, su señor ofrecería mucho más. Nunca volví a tener noticias de ese rey tan tacaño. Le pedí al héroe que me sirviera, pero se negó. Al estar obligado por el código de sangre azul y no poder ejecutarle, no tuve más remedio que soltarle. Había perdido a un héroe y no tenía nada a cambio.

La segunda vez fui más listo, y nada más capturar al héroe del ejército enemigo, le hice una oferta de venirse a mi servicio, y aceptó agradecido la oportunidad de hacerlo. Se ha convertido e poderoso aliado. Mientras yo me quedaba protegiendo la sede de mi poder, le envié a él y recuperó un pueblo hacia el sur que había sido mío. Fui recobrando mis riquezas, invirtiendo en más estructuras para conseguir más criaturas y bravos guerreros para mis ejércitos. He visto que avanzar agresivamente al principio te puede traer la gloria y grandes honores, pero también te deja vulnerable al ataque por detrás.

La próxima vez que me atacaron, logré repulsarlos con facilidad, ahuyentando al enemigo y oyendo las lamentaciones de sus seres queridos.

A pesar del gran gasto, construí varios campos de justa para atraer a mi servicio a grandes y poderosos caballeros, y con mayor gasto aún, hice construir una catedral para que los poderosos paladines se pusieran a mi lado igualmente.

Tampoco ignoré el tema de la magia, porque debido precisamente a una debilidad en hechizos y poderes mágicos, la primera vez que salí de aventura casi me ganan. Aunque son caros de desarrollar, valen la pena.

Los poderes de los que tienen magia son variados. Han aprendido artes por estas tierras que el inútil mago de tu corte no se puede ni imaginar. Hay varios hechizos de protección y de ataque. Hay hechizos que pueden convertir a un enemigo en cenizas, o convertirle en un bloque de hielo. Mis usuarios mágicos tienen hechizos que encantan y hechizos que pueden parar los golpes de espadas y picas, y hay otros hechizos más que pueden ayudar mucho en los asedios.

Creo que debo decir aquí que ese patético mago Guthbert, que me causó tantos problemas en tu reino con su lengua trapera, y que no podría matar ni a un ratón, habría quedado hecho carbonilla si se hubiera tenido que enfrentar a los rivales de aquí.

También cultivé mis contactos en los gremios de ladrones y me enseñaron muchos secretos que me han ayudado en las campañas que tenía previstas.

Tras consolidar de esta manera mis poderes, salí a una expedición en la que conseguí otro héroe para mis fuerzas. Ahora tenía tres ejércitos. Uno, bajo el control de un héroe fiable, se quedó protegiendo mi capital. Al otro le mandé hacia el sur para llegar hasta el mar, mientras que yo cogí al tercer ejército y me fui hacia el este a través de grandes planicies.

Mi héroe del sur llegó a la costa donde yo había llegado años antes, y al capturar allí un pueblo, lo fortificó fuertemente. Se construyó un faro para ayudar en la navegación de los barcos. Le ordené que se moviera con cautela por el mar ya que por allí se mueven peligrosas criaturas, piratas, y héroes de otros reinos.

Y luego volvió a ocurrir un desastre. Una lluvia de grandes piedras, con cola de fuego, cayó de los cielos, eliminando al ejército de mi héroe. Parece que al aumentar mi fuerza, se formó una alianza entre los reyes rivales para usar sus fuerzas combinadas contra mí. Con lo cual todo lo que había ganado en el sur, se perdió.

Sabía que si me quedaba a la defensiva, el enemigo se vendría hasta mis murallas. Por lo tanto, salí a enfrentarme con la nueva amenaza. Pero esta vez no cometí el error de dejar mi capital y los pueblos de los alrededores indefensos. Mi razonamiento fue el correcto, ya que debido a no se sabe que grande y poderosa magia, apareció un ejército enemigo muy cerca de mi capital. Se les echó, pero con grandes pérdidas en guerreros, magos y dinero.

Ahora me doy cuenta también que había olvidado de conseguir más fuerza usando criaturas tales como Gárgolas, Minotauros, Hidras y el rey de todos ellos, el Dragón. Para ello, me lancé a conseguir pueblos de los magos.

Averigüé que aunque un Paladino es realmente un gran guerrero, cuando se enfrentaba a un ejército con dragones, resultaba ser una tostada quemada, que se diría. Tendré que pelear duro en aquellas zonas para que todos tiemblen ante mi presencia.

Tengo curiosidad: el aliento de Ewine sigue siendo tan apestoso como yo lo recuerdo?