En este combate se aprecian las evidencias del descaro Enano, cuyo ejército pasa prácticamente de rositas ante aproximadamente una Horda de Diablos, y todo gracias a los efectos de las Zarpadas de sus osos, que impedían moverse al enemigo con soltura, y a la desesperante y desproporcionada Runa de Resurrección, que maquillaba las pérdidas.