Esta batalla es uno de los muchos ejemplos de cómo una partida nunca se decide hasta el final, y que siempre hay hueco para la sorpresa. Para ello, Lepastur tuvo que emplearse a fondo con el desarrollo del Señor Demoníaco que le tocó aleatoriamente, aprovechando la táctica, la suerte y la gran iniciativa de sus filas para coger desprevenido al Brujo de Kakimaster, presa de la confianza que había adquirido en una partida que le era favorable gracias a los numerosos pozos del mapa.